viernes, 11 de febrero de 2011

Capítulo 2

Supongo que todos hemos pasado por una situación de ese estilo alguna vez en la que no te atreves a plantar cara a algo y si te das media vuelta y no le echas coraje, puedes llegar a perder mucho.

Por ejemplo, cuando hacemos algo malo hacia alguien, cosa que todos hemos hecho alguna vez, nos cuesta mucho pedir perdón y tener el coraje de admitir que has hecho algo malo. ¿Pero y si no lo admites? En la mayoría de los casos, terminas arrepintiéndote de no haberlo hecho antes.

En esa situación se encontraba Ulises, en aquel momento. Estaba en frente de la casa de Malú y después de tantos años, nada había cambiado. Parecía que aún podía verse a él de la mano de Malú paseando por esas calles vestidas de los mejores amaneceres de Barcelona.

Aunque pareciese algo masoquista, él anduvo para intentar relajarse y pensar un poco por aquellas calles por las que hacía años pasearon juntos, por esas calles dónde Malú no sólo caminaba, también saltaba, corría y bailaba con esa alegría que la caracterizaba.
Al recordarla, él no pudo evitar sonreír.

Miró al cielo y acto reflejo recordó un día de verano en el que Ulises le confesó algo a la dulce y alegre Malú.
-Mira el cielo.-dijo él.
Malú lo miró.
-¿Ves lo grande que es?
-Si.- asintió Malú sonriendo.
-Pues no es ni la cuarta parte de lo que te quiero.

De nuevo, ese recuerdo le hizo sonréir.

Si, obviamente tenía ganas de verla, pero todo se tornó gris hace tiempo y Malú pareció haber olvidado todos aquellos momentos.

Ulises no había dejado de pensar en ella ni un sólo día. Él se preguntaba si él ya formaba parte del pasado olvidado de Malú.
Aquella idea le hacía estremecer inevitablemente.

Volvió  a estar en frente de su casa. La sensación que recorría su cuerpo era extraña. Era cómo si volviese a su pasado perfecto, cómo si no hubiese heridas, sólo sonrisas. Como si el tiempo siguiera intacto en esa época.

Intentó entonces tocar el timbre. Jamás había temblado más que en aquel momento. No podía. Había pasado mucho tiempo, ya no era lo mismo.

Su primer pensamiento fue salir corriendo y seguir con todo normal, pero era consciente que si no iba aquella vez, iría cualquier otra.
Su deseo de verla no se le iba a quitar tan fácilmente.

Finalmente, tras quince minutos en frente de su puerta, temblando y con unas nauseas enormes, tocó el timbre.

A medida que los pasos se escuchaban al otro lado de la puerta aproximándose más y más, su corazón latía mucho más rápido.

La puerta se abrió lentamente. En ese momento pensó que hubiera sido mejor salir corriendo.

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