sábado, 26 de febrero de 2011

Capitulo 4

Muchos hombres en la historia se alistaban en el ejército con el fin de olvidar a las amadas que le habían roto el corazón. La filosofía de muchos hombres en la historia era esa. Quizás para dar pena, preocupar o simplemente hacer algo suficientemente descabellado para intentar olvidar.

Ulises no pensó en alistarse en el ejército, pero si en huir, fuera de esa Barcelona oscura que tan sólo le traía recuerdos que prefería dejar de lado. Tirado en la cama, con la mirada triste y el corazón lleno de pena comenzó a pensar en una posible ciudad dónde poderse ir a vivir temporalmente. Él ya no podía seguir con esa situación. Barcelona era una enorme caja de recuerdos que le retenía en lo que solía ser su pasado perfecto.

Pensó en irse a Madrid pero era demasiado grande y buscaba algo más relajado dónde no tener que esperar horas para llegar a diferentes destinos.

Necesitaba una ciudad bonita, pequeña, sin metros ni tranvías porque tenga distancias cortas, una ciudad que te atrapase, una ciudad mágica. Esa era sin duda la idea de su próximo destino.

Tras pensar en el sitio que cubriese todas sus peticiones un nombre llegó a su mente. <<Granada>>
Sin duda aquella ciudad tenía todo lo que se podía pedir.

viernes, 18 de febrero de 2011

Capitulo 3

Un muchacho que rondaría los veinte años, le abrió la puerta. ¿Dónde estaría Malú?
-No queremos publicidad.-dijo el muchacho con un tono poco amable.
-No vengo por eso, busco a... - vaciló un instante- Malú. ¿Vive aquí?

No cabía duda que aún vivía allí, pero la idea de que se hubiera mudado le haría menos daño que la idea de que otro estuviese con ella en su casa.

El muchacho miró a Ulises bastante extrañado. Entornó la puerta y gritó en alto aquel nombre de ensueño:
-Malú, preguntan por ti.

Un apagado <<voy>> hizo que Ulises quisiera huir. Si, era su voz. El muchacho abrió la puerta. Con sequedad dijo:
-Ya viene, un momento.

Entonces el muchacho miró a Ulises. Quién sabe que habría querido decir con esa mirada. Posteriormente se fue dentro de la casa y dejó que la perfecta silueta de Malú apareciese reflejada en los ojos de Ulises.
Malú no habló. Estaba perpleja. Toda una serie de recuerdos volvieron a su mente al ver la mirada de Ulises. Una mirada triste, con poca esperanza.

Ambos notaron la gran diferencia. No eran tan vivaces y alegre como antes. Se notaba que aquellos años no habían pasado en positivo.

Malú le miró mientras negaba con la cabeza.
-Hola, Malú. - dijo él entonces.
Malú perdió su mirada en el suelo. Sacó  fuerza y preguntó temblando:
-¿Por qué? ¿Por qué insistes? ¿Por qué me haces esto?

Su voz era apagada y muy diferente a cómo solía ser aquellos años.

Esas preguntas tenían fácil respuesta. Un simple <<porque te quiero>> hubiera bastado.
Pero Ulises no tenía palabras, tampoco a simple vista oportunidades. Se quedó en silencio.

-Por favor, no me hagas más daño... -dijo ella mientras cruzó por última vez su mirada con la de Ulises y cerró suave y lentamente la puerta.

El muchacho que antes había abierto la puerta a Ulises permanecía de pie en la cocina viendo cómo su novia rompía a llorar. El odio corrió por sus venas.

-Y bien... ¿quién era? -preguntó con cara de pocos amigos.
Malú no contestó y permaneció en silencio llorando.
-Maldita sea... ¿quién era?- insistió ansioso.
No hubo respuesta.
-¿Es él, no? ¿Aquel chico del que tanto me hablaste un día no? ¿Ese alguien que mentías al decir que olvidaste hace tiempo? ¿Es él?- grito con el odio en su mirada.
Malú no contestó.

Él cerró la puerta de la cocina y se fue a la calle.

Malú destrozada, llorando y llena de nostalgia, cogió del armario algo de alcohol e intentó ahogar sus penas en  esa botella.

Mientras, Ulises deambulaba por aquellas calles de Barcelona, que parecían estar tristes, las mismas que aquella noche no lucían igual que en aquel tiempo.

viernes, 11 de febrero de 2011

Capítulo 2

Supongo que todos hemos pasado por una situación de ese estilo alguna vez en la que no te atreves a plantar cara a algo y si te das media vuelta y no le echas coraje, puedes llegar a perder mucho.

Por ejemplo, cuando hacemos algo malo hacia alguien, cosa que todos hemos hecho alguna vez, nos cuesta mucho pedir perdón y tener el coraje de admitir que has hecho algo malo. ¿Pero y si no lo admites? En la mayoría de los casos, terminas arrepintiéndote de no haberlo hecho antes.

En esa situación se encontraba Ulises, en aquel momento. Estaba en frente de la casa de Malú y después de tantos años, nada había cambiado. Parecía que aún podía verse a él de la mano de Malú paseando por esas calles vestidas de los mejores amaneceres de Barcelona.

Aunque pareciese algo masoquista, él anduvo para intentar relajarse y pensar un poco por aquellas calles por las que hacía años pasearon juntos, por esas calles dónde Malú no sólo caminaba, también saltaba, corría y bailaba con esa alegría que la caracterizaba.
Al recordarla, él no pudo evitar sonreír.

Miró al cielo y acto reflejo recordó un día de verano en el que Ulises le confesó algo a la dulce y alegre Malú.
-Mira el cielo.-dijo él.
Malú lo miró.
-¿Ves lo grande que es?
-Si.- asintió Malú sonriendo.
-Pues no es ni la cuarta parte de lo que te quiero.

De nuevo, ese recuerdo le hizo sonréir.

Si, obviamente tenía ganas de verla, pero todo se tornó gris hace tiempo y Malú pareció haber olvidado todos aquellos momentos.

Ulises no había dejado de pensar en ella ni un sólo día. Él se preguntaba si él ya formaba parte del pasado olvidado de Malú.
Aquella idea le hacía estremecer inevitablemente.

Volvió  a estar en frente de su casa. La sensación que recorría su cuerpo era extraña. Era cómo si volviese a su pasado perfecto, cómo si no hubiese heridas, sólo sonrisas. Como si el tiempo siguiera intacto en esa época.

Intentó entonces tocar el timbre. Jamás había temblado más que en aquel momento. No podía. Había pasado mucho tiempo, ya no era lo mismo.

Su primer pensamiento fue salir corriendo y seguir con todo normal, pero era consciente que si no iba aquella vez, iría cualquier otra.
Su deseo de verla no se le iba a quitar tan fácilmente.

Finalmente, tras quince minutos en frente de su puerta, temblando y con unas nauseas enormes, tocó el timbre.

A medida que los pasos se escuchaban al otro lado de la puerta aproximándose más y más, su corazón latía mucho más rápido.

La puerta se abrió lentamente. En ese momento pensó que hubiera sido mejor salir corriendo.

domingo, 6 de febrero de 2011

Capítulo 1

Quizás fueron los nervios lo que le despertaron antes de lo previsto. Los preparativos del despertador de la noche anterior no habían servido de mucho. Cuando abrió los ojos por primera vez esa mañana, una manada de elefantes corrieron la maratón en su interior haciendo parecer que en cualquier momento, el corazón se le saldría del pecho.
Desactivó la función de alarma de su reloj y se levantó de un salto. Fue al baño, se lavó la cara y se peinó. Abrió su armario y se quedó mirando su interior durante unos instantes esperando que éste le indicara qué ponerse. Solía ser muy indeciso para eso de elegir.
Al rato, se decantó por un traje informal que le hacía parecer unos años mayor. Se puso unas zapatillas, de esas que no calan, y con el último trozo de la tostada de su desayuno aún en su boca, salió a la calle.
Eligió una canción de su reproductor de música y la puso al máximo volumen. Era ahí cuando sentía la adrenalina de la música correr por sus venas y le hacía parecer que podía con todo.
 Caminaba hacia esa casa, ¿Cuántas veces había pasado por esas calles, jardines, plazas y colegios con esa misma sensación de nervios en el estómago?
Pasó por un bordillo que había en frente de un quiosco y muchos recuerdos vinieron a su cabeza.
Aquel muchacho, lleno de ilusiones rotas, de mirada inocente propia de un niño, con lágrimas en sus mejillas y cabizbajo sentado en aquel bordillo. Aquel muchacho que podía hacer lo que estuviese en su mano y más por la chica por la que estaba total y completamente enamorado desde hacía un tiempo. Aquel muchacho lloraba en aquel bordillo porque parecía que no había nada en el mundo que pudiese hacer para que las oportunidades con su querida, no fueran tan bajas. Sólo a él se le ocurriría ahorrar más tiempo de lo que alguien pueda imaginar con tal de comprar un regalo que complazca a su querida y le sacase una gran sonrisa.
El muchacho recibió un mensaje en su móvil mientras seguía sentado en aquel bordillo con los codos apoyados en sus rodillas y la cabeza apoyada en sus manos dejando caer sus lágrimas en un perfecto recorrido al suelo.
Temblando al ver quién se lo había enviado,  lo abrió.
-Gracias por el regalo, no debías de haberte gastado tanto dinero... ¡es muy caro! Pero me ha encantado. Te debo una. ¡Gracias!
Quizás aquel mensaje le hizo sentirse peor acostumbrado ya a sus "te quiero" a final de cada mensaje.
Él le contestó:
"No me des las gracias y tranquila tu a mi no me debes nada."
La gran mentira. Le debía mucho. Le debía mil y una respuestas a sus preguntas, mil y una sonrisas robadas, mil y una promesas que nunca cumplió.
Ella nunca entendió que él no quería nada de ella, la quería a ella.

Tras recordar esa etapa de su vida, se sentó tras un año en aquel bordillo, miró al suelo y se imaginó todas las lágrimas que dejó caer. Fue entonces cuando recordó otro episodio de su vida en esas calles.

Un día de Diciembre, con una escusa que ni él recordaba, fue a la casa de su querida.
Temblando, tocó el timbre de su casa. Estaba nervioso y tenía frío.
Ella abrió la puerta y se quedó con cara de póquer. Tuvieron un contacto visual que les recordó cómo solían perderse cada uno en la mirada del otro. Apartó la vista y se aventuró a ser la primera en pronunciar palabra.
-¿Qué haces aquí?
Él se inventó la mejor escusa que pudo.
Quizás con una mirada compasiva, ella se apartó de la puerta dejándolo pasar.
Él siguió contándole más escusas para que ella no creyese que no estaba allí por casualidad. Mientras le contaba no se atrevía a mirarla. Sus ojos le dañaban. Le hacían recordar lo que un día fue suyo y que ya no era y lo que sentía por ella. Algo tan grande y fuerte que ni el mejor licenciado en filología española lograría expresarlo.
Tras hablar de un par de cosas no muy importantes ella pronunció su nombre, de esa forma que sólo ella sabe pronunciarlo y que suena bonito.
- Ulises, vuelve a casa, ya es tarde y tus padres deben de estar preocupados.
-Vale.- afirmó él.
-¿Quieres un paraguas?
-No gracias, es igual.
-Está lloviendo...
-De verdad, es igual, tengo capucha.
Se acercaron a la puerta juntos y para despedirse, él se acercó a darle dos besos en la mejilla.
Le pareció estar dándoselos a cámara lenta, sintió su mejilla y su respiración.
Volvió a casa corriendo por las calles mientras ella era su único pensamiento.
Se levantó del bordillo y atravesó el parque. Recordó otro momento que no fue nada agradable.
Un día de Octubre se presentó en su casa. Era la primera vez que se atrevió después de que todo terminara de intentar volver a verla. Pero cuándo él llamo al timbre, ella al ver quién era soltó un gemido triste y cerró violentamente  la puerta delante de él.
-Ábreme,  Malú.
No hubo contestación pero escuhó su respiración al otro lado de la puerta.
-Malú, por favor.- suplicó con un hilo de voz.
No hubo respuesta aunque Malú seguía al otro lado.
-¡Maldita sea!-sollozó-¡ábreme la puerta!
Se dejó caer sobre la puerta con una impotencia enorme. Se alejó de su casa, llegó al parque y lloró cómo nunca antes había hecho.
"Te odio, Malú." pensó.
La gran mentira.

Esa fue la primera vez que volvió a su casa después de que todo acabase. Que su relación terminara. Que su sonrisa dejara de tener sentido.
Y tras dos años ahí estaba él, plantado en frente de su casa dispuesto a enfrentarse a lo que tuviera que pasar en aquel momento.